Amada hermana, he de contarte
cosas acerca de diferentes
períodos de mi vida. No puedo
esconder lo que ocurrió. Todo ha
de ser revelado y conocido.
Mi vida fue un viaje de paz, tal
como eran las vuestras al acordar
verlo de esta forma.
Crecí en un hogar judío, y fui
educado según las normas de la
Tora. Mi madre quien me crió, me
amaba con todo su corazón.
Los días de mi infancia
transcurrieron en Nazaret, y
cuando crecí, hice de Jerusalén mi
morada.
Yo fui un aplicado estudiante y bien
versado en la Tora. “Ama a tu
prójimo como a ti mismo “era una
enseñanza muy cercana a mi
corazón y la practiqué con todo mi
corazón y mi alma.
Y, sin embargo, en mi profundo
entendimiento, había cosas que
tenían un sentido diferente; un
sentido de sanación.
El Espíritu Santo una vez más me
ayudó a interpretar la relación
entre Dios y Sus Hijos, desprovista
de pánico y miedo; un amor puro
que jamás cambió desde la
Creación.
Comprendí la interpretación que
me fue dada. Intenté con todas mis
fuerzas enseñar esta Tora,de forma
que pudiera ser comprendida de
una forma nueva.
Entre los discípulos que yo amaba,
había uno llamado Judas Iscariote,
mi amado hermano. Él no dio mi
nombre y no me traicionó , pues
cómo es posible que pueda ocurrir
una traición? Éramos hermanos,
amigos del alma, los hijos de Dios.
Expandiendo mis mensajes en
aquel momento, demostrando las
lecciones de amor que estaba
aprendiendo, yo no podía pedir
sino una cosa aparte del
reconocimiento de mis hermanos a
este hecho.
En mi pasión por impartir mensajes
de amor y paz, yo envié a mis
mensajeros. Pero ellos también
malinterpretaron la intención de
mis lecciones, y por ello los
mensajes fueron distorsionados,
pues el ego les instruyó a enseñar
mensajes erróneos.
No había malicia en mi y no guardo
rencor. No tenía la sensación de
superioridad o elevación.
Yo simplemente sabía qué
mensajes necesitaba transmitir, y
esto es lo que hice.
Mis discípulos me siguieron con
devoción y me vieron como un
símbolo del mesías quien era
superior al hombre. Esto no era ni
verdad ni real.
Yo soy uno con todas las
creaciones de Dios.
Mis discípulos malinterpretaron mis
mensajes y me transformaron en
un símbolo, una medicina y cura
para todos los pensamientos de
sacrificio y culpa.
Yo sabía que tenía en mis manos
la habilidad de realizar milagros, tal
como sabía que la curación
procede de Dios.
Yo sabía que no era mi habilidad,
sino mi consentimiento en ver
sanación en todas las cosas, la
compleción, la belleza y el amor.
Utilicé esto para demostrar esta
acción.
Resucité al muerto porque conocía
el propósito del cuerpo y la
eternidad de la mente.
En mi completa fe en esta acción,
todo era posible puesto que todo lo
que yo podía ver era eternidad.
Era importante para mí que
entendieran que la sanación
procedía de Dios y que la mente
sanada ha existido por siempre,
junto con Él en un amor sin fin.
Era importante para mí que
entendieran que el miedo
paralizante, el miedo al castigo y a
la venganza, anula completamente
la capacidad de ser sanado
íntegramente, la cual es una
cualidad natural para todos y cada
una de las creaciones de Dios,
creadas por igual.
El último día en el Camino de las
Rosas, tuvo lugar la última lección
que pude enseñar en el cuerpo.
Oré para que está lección se
aprendiera con amor y
entendimiento; la irrealidad del
cuerpo, la eternidad de la mente y
el amor de Dios.
La última lección todavía no ha
sido aprendida y la separación se
ha hecho más fuerte y profunda.
Pensamientos de devastación y
destrucción, guerra y muerte,
miedo al castigo y la venganza-
todo esto ha reemplazado a la
sanación en la mente de los santos
hijos de Dios, generación tras
generación.
Y ahora el tiempo para la paz ha
llegado.
El tiempo para sanar ha llegado.
El tiempo para dejar de lado
pensamientos de devastación y
destrucción ha llegado.
Mi voz se puede oír una vez más.
Y mis lecciones pueden ser
enseñadas desde el principio, tal
como el Espíritu Santo, nuestro
Único Maestro, delicadamente
enseña Sus lecciones de Amor a
través de mi.
Tal como Yo entendí en mi única
mente, yo os permito y os pido que
consintáis en sanar vuestras
mentes,
Consentid para traer finalmente la
paz y la serenidad, la reconciliación
y la alegría.
La certeza de tu conocimiento de la
certeza de la paz y la santidad de
Dios,
que es una con vuestra paz y
vuestra santidad.
Recibid el regalo de la paz en
vuestra mente en amable
reconciliación, porque no hay nada
más bello y valioso que saber esto-
conocer a Dios y saberos como
Sus hijos, unidos en paz.
No hay diferencias en la Santa
Filiación.
La historia de la guerra se ha
terminado.
Las historias de escisión y
ruptura han llegado a su fin.
Esta es la era para la paz.
Este es el tiempo de la sanación.
Aceptad mi solicitud y enseñad la
última lección , la lección de amor
eterno en el que todos estamos
unidos.
No hay posibilidad de que esta
lección no sea enseñada.
Voy a transmitir mis mensajes una
y otra vez con la paciencia y
amabilidad más grande.
Con amor y sabiendo que todos
somos amados por igual, todos los
obradores de milagros,
pacíficos para la eternidad en el
amor de nuestro Padre, quien nos
abraza-al único amado Hijo al que
ha conocido por la eternidad.
Mi mente , unida a la vuestra,
entrega estos mensajes con amor
y con una certeza completa.
No es posible que cometáis ningún
error.
No hay nada más exaltado y alegre
que vuestro servicio en la santidad.
Gracias amada hermana.